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EL CUENTO DEL ELEFANTE, NADA ES VERDAD NI ES MENTIRA…

He estado reflexionando sobre lo complicado que nos resulta darnos cuenta de que «Nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira», la mayoría de discusiones o malas sensaciones en la familia y en el trabajo serían diferentes si tomáramos consciencia de ello.

Te dejo unas preguntitas para que te las contestes a ti mism@, y se te apetece compartas en comentarios lo que descubres. Y un cuento que me ha llegado, como siempre, en el momento adecuado, espero que a ti también te sirva 🙂

¿Te suele suceder que la creencia y punto de vista contrario al tuyo te resulta absolutamente errónea e inaceptable?

Cuando éste no conviene a tus intereses ¿lo invalidas por encima de todo?

Cuando defiendes un punto de vista ¿eres consciente de la validez de lo contrario? ¿Qué opinas acerca de crear desavenencias y antipatías con terceros, por no tolerar creencias y criterios opuestos a los tuyos?

¿En qué áreas de tu vida has sentido que estabas en posesión de la verdad más absoluta?

¿Qué puede haber realmente de absoluto en tu vida?

¿Piensas que son conjugables todos los puntos de vista? ¿Son en realidad subjetivas y, por tanto, relativas todas “las verdades”?

¿En qué medida estás dispuesto a tratar de integrar los diferentes criterios que cada participante de un grupo aporta en aras a lograr un objetivo?

 

EL CUENTO DEL ELEFANTE

Érase una vez, una ciudad que tenía una muy extraña particularidad: todos sus habitantes eran ciegos.

Pero comoquiera que su contacto con los poseedores de la visión era cada vez más raro y escaso, habían olvidado su condición y se habían acostumbrado a esa forma de vida con toda normalidad.

En las tradiciones de aquella comunidad, al igual que en muchas otras, se hablaba de la existencia de un misterioso animal que nadie podía definir ni describir, y al que los buscadores perseguían en mil y un intentos por conocer. Tan sólo se sabía que tenía por nombre Elefante y, que un día, tampoco muy lejano, se le llegaría a conocer.

Sucedió en un otoño ventoso que un rey venido de una lejana tierra, acompañado de su imponente cortejo, llegó con un elefante acampando cerca del lugar.

Al poco tiempo, el rumor se extendió alcanzando a la ciudad de los ciegos que sintió por fin llegada su oportunidad de satisfacer aquella histórica curiosidad: conocer al elefante. Hasta entonces, sólo contaban con conjeturas acerca del mismo, existiendo siempre estudiosos e investigadores que comunicaban apasionadamente sus conclusiones.

Sin embargo, éstos no llegaban totalmente a convencer al pueblo, que tenía serias dudas acerca de la verdad definitiva.

Por esta y otras razones, algunos miembros de los más aventureros de la ciudad de los ciegos, aprovecharon la ocasión de conocer, y se marcharon a investigar y comprobar la verdad definitiva de cómo era aquello que les obsesionaba.

Y así tras el largo camino, conforme uno a uno llegaba junto a su imponente presencia, tanteaban y tocaban con minuciosidad lo que cada cual podía percibir de su cuerpo.

De esta forma y tras recibir su información correspondiente, alcanzaban extraordinarias conclusiones. Cada uno pensó que al fin conocía el Misterio, que al fin sabía lo que tanto habían buscado, porque por fin había llegado el día en que lo habían podido tocar con sus propias manos. Poco a poco, cada uno de los aventureros fue regresando a la ciudad de los ciegos, en donde sus conciudadanos esperaban apiñados e inquietos formando impacientes grupos. Todos estaban ansiosos buscando la verdad.

Llegó el momento de exponer públicamente la forma y aspecto del elefante, de manera tal que todo el pueblo escuchara lo que aquellos estudiosos iban a disertar.

Uno de ellos dijo: “Adopta una forma grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo viviente…”

El pueblo que escuchaba exclamó en un rumor de sorpresa. Cuando le tocó el turno al que había palpado la trompa dijo a los presentes: “Yo conozco los hechos reales. Puedo jurar por el honor de mi estirpe que es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo.”

Un nuevo rumor de comentarios y exclamaciones se manifestó en los presentes. Seguidamente habló el que había palpado la panza. “Hacedme caso. Yo sé de verdad como es. Es una masa enorme, abultada e inabarcable. Permanece tranquila y parece moverse con mucha lentitud.”

Y por fin le tocó el turno al último, que comoquiera que había tocado sus patas dijo: “Es poderoso, recto y firme como un pilar. Os lo juro.”

El pueblo ya había tomado posiciones y todos discutían acerca de los testimonios de los especialistas allí congregados. Cada punto de vista estaba desencadenando no sólo una escuela, sino toda una corriente ideológica y cultural acerca de aquel antiguo Misterio.

De pronto y en medio de la gran controversia, se oyó la música de alguien distante que se aproximaba. Su melodía y su voz resultaban tan extrañamente resonantes que fueron apagando las voces y dialécticas de los presentes, mientras el canto de un estribillo aumentando su tono decía:

“El conocimiento de lo Real no es compañero de los ciegos, sólo con otros ojos conocerás insospechados cielos”

 

Un abrazo de elefante!!

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«EL BUSCADOR», mi cuento favorito

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras; la rodeaba por ocmpleto una especie de valla pequeña de madera lustrada.

… Una portezuela de bronce invitaba a entrar.

De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.

El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.

Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.

Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:

Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.


Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.

Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:

Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.

El buscador se sintió terriblemente conmocionado.

Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba.

Una por una, empezó a leer las lápidas.

Todas tenían inscripciones similares, un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.

Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años…

Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó.

Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

– No, ningún familiar – dijo el buscador – ¿qué pasa con este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?. ¿por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?, ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?.

El anciano se sonrió y dijo:

– Puede Ud. serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…

Cuando un joven cumple 15 años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgado al cuello.

Y es tradición entre nosotros que a partir de allí,, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anota en ella:
a la izquierda, qué fue lo disfrutado…
a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media? …

Y después … la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? …

¿Y el embarazo o el nacimiento de su primer hijo … ?

¿Y el casamiento de los amigos … ?

¿Y el viaje más deseado … ?

¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano … ?

¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?…. ¿horas?, ¿días? …

Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos…. cada momento.

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